Introducción

En febrero de 1519, el capitán Hernán Cortés, comandando una expedicion integrada por 508 soldados y 100 marineros, a bordo de 11 embarcaciones, partio de la isla de cuba con la intencion de emprender la conquista de importantes territorios de la America Continental. El 13 de agosto de 1521, tras una cruenta batalla, la gran Tenochtitlan cayo en manos de los conquistadores. la victoria obtenida por Cortes constituyo en origen del virreinato de la nueva españa y del imperio español en América.

Integrantes

Arista Méndez Cristian Ernesto Rafael
Pardiñas Ramírez María Fernanda
Cruz Segura Moises
Aguilar Hernández José
Tenorio Macías Edeer
Buendia Sosa Edwin
Ortega Espejel Francisco
Muciño Garduño Alvaro Omar

Grupo: 564

Los cronistas de la Conquista

La conquista de México Tenochtitlán ha sido interpretada de muy diversas maneras de acuerdo con las particulares circunstancias de los historiadores y de la época en que se haya escrito sobre ella. A continuación se escribe una revisión de diversas versiones, que nos dejaron de ese magno acontecimiento algunos indígenas y españoles, que fueron actores o fueron informaos por personas que participaron en él; así como de algunos mestizos de los siglos XVI Y XVI, quienes, aunque obviamente no fueron testigos presenciales, ofrecen un punto de vista de gran interés, al ser ellos considerados germen de la cultura mexicana actual.


Versiones indígenas:


Diversos grupos indígenas nos legaron su testimonio de la manera como sufrieron la conquista española, especialmente los grupos de cultura náhuatl dejaron plasmada su visión de este hecho, ya sea que ellos mismos la hayan escrito en su propio idioma o en el de los vencedores, o la hayan comunicado a otros, generalmente a algún religioso español como informantes.
Los más antiguos testimonios indígenas de la conquista, que han llegado hasta nosotros, son algunos cantares compuestos por pocos cuicapicque o poetas nahuas sobrevivientes, como el manuscrito anónimo de Tlatelolco y los cantare mexicanos. Estos cantos constituyen un lamento por la derrota sufrida por los mexicas, por ejemplo:


"Llorad amigos míos, tened entendido que con estos hechos hemos perdido a la nación mexicatl. ¡El agua  se ha acedado, se acedó la comida! Esto es lo que ha hecho el dador de la Vida en Tlatelolco..."1 Manuscrito "cantares mexicanos",
Edición facsimilar de Antonio Peñafiel, México, 1904, citado en la visión de los vencidos p XVII.






a) Anales históricos de la nación mexicana
La primera relación histórica indígena de la Conquista fue escrita apenas siete años después de dicho acontecimiento. Se trata un manuscrito que actualmente se encuentra en la biblioteca Nacional de París, que es conocido bajo el título de Anales históricos de la nación mexicana escrito en náhuatl, pero con caracteres del alfabeto latino. El autor o autores de este texto seguramente fueron tlacuilos indígenas (escribas) o un tlamatinime (sabio) que en estrecho contacto con los primeros evangelizadores aprendió a transformar en náhuatl en alfabeto. El texto tiene  un origen indudablemente tlatelolca. Al leer el relato se tiene la impresión de que toda la valentía y proezas son exclusivamente tlatelolcas. Los tenochcas aparecen actuando de manera apoco ejemplar.
El relato más cercano a una versión prehispánica de los hechos. Inspirado en formas literarias y en estructuras del relato precolombinas. El modelo del Xiuhámatl (anales) es evidente desde el principio del relato:


"año trece -conejo. Se vinieron españoles sobre el agua...
Año uno caña. Fue cuando los españoles surgieron...


Dentro del canto encontramos un bello icnocuicatl (canto de huérfano) que habla de la desesperanza de los aztecas vencidos después de la toma de méxico.Tenochtitlan.  A continuación un fragmento:


"En los caminos yacen dardos rotos,
las cabellos estan esparcidos.
Destechadas están las casas, enrojecidos los muros.
Gusanos pulula por calles y plazas, y en las paredes están los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos, es como se bebiéramos agua de salitre..." Visión de los vencidos.








b) El libro XII del códice Florentino
Este documento, que contiene parte de la monumental recopilación de datos del mundo náhuatl que realizó el franciscano Bernardino de Sahagún nos ofrece una versión indígena de la Conquista de acuerdo con el sentir de los informantes tlatelolcas de Sahagún. La parte esencial de este relato fue recogida y esclarecida entre 1550 y 1551, Tanto por sus dimensiones como por la calidad de la narración, es el más importante de los relatos de la conquista en lengua náhuatl de que disponemos en la actualidad. Abarca desde los presagios funestos hasta un discurso en el cual Cortés después de la toma de la Triple Alianza (Tenochtitlán-Texcoco-Tacuba), exigiéndoles la entrega de sus tesoros.
Al igual que el texto anterior, la versión que ofrece el Códice Florentino es proclive hacia los tlatelolcas y hostil hacia los tenochcas, debido al origen de los informantes de Sahagún, quienes quisieron reivindicar la resistencia de su pueblo contra el invasor.









c) Códice Aubin
Otro texto de origen indígena que nos ofrece su versión de la Conquista es el llamado códice Aubin, que fue elaborado hacia 1576 o quizás unos años mas tarde. Como en el caso de los anales históricos de la nación mexicana, es heredero del género hispánico del Xiuhamatl. El códice se presenta como un conjunto de jeroglíficos en el que cada signo figurativo o ideográfico va acompañado de un comentario en náhuatl redactadomediante el alfabeto latino.
El códice registró, en lo relativo a la Conquista, algunos testimonios orales tlaxcaltecas, sin embargo no ofrece una visión proclive a este pueblo.





Fuentes españolas.


a)Hernán Cortés
La versión que de la conquista de México-Tenochtitlán nos ha dejado uno de sus principales actores, si no  es que el principal, ha llegado hasta nosotros a través de sus Cartas de Relación, que dirigió al emperador Carlos V, casi simultáneamente a los hechos que se relataban. lo cual las convierte también como en uno de los primeros testimonios escritos de la Conquista.
Son cinco las cartas que reciben este nombre, aunque la primera se ha extraviado, se sustituye por la que envió el ayuntamiento de la villa Rica de la Vera Cruz a la Corona documento en el cual no es temerario ver la mano de Cortés, por la influencia que ejercía sobre dicha municipalidad. Las demás cartas están fechadas en el lapso que va de 1520 (la segunda) hasta 1526 (la quinta) todas ellas escritas en la Nueva España.
Lo primero que ha llamado la atención a cuantos se han acercado a ellas es el tono mesurado, sobrio, del relato. Ante hechos que hubieran sobresaltado a cualquiera, Cortés mantiene el tono tranquilo, por ejemplo relata la destrucción de las naves , o cuando se da cuenta de los odios irreconciliables que dividen a los grupos indígenas, o cuando se entera que moctezuma piensa que los españoles son enviados del Dios Quetzalcoatl. En cambio, encontramos en él una enorme admiración por la magnitud y belleza de las tierras que descubre, por la pujanza y diversidad de las organizaciones sociales e indígenas muy superiores a todo lo que hasta entonces habían encontrado los españoles  en América. El conquistador quedó conquistado. Lo cual es notorio en las descripciones que os ofrece de las ciudades indígenas: Tlaxcala, Cholula y Tenochtitlán, especialmente minucioso es el cuadro que nos pinta del mercacdo de tlatelolco.
Cortés piensa que la diferencia principal entre los naturales y los españoles es la diversidad de la religión, es decir, que atraídos los indígenas al cristianismo, su identificación con los españoles será perfecta. Por ello se muestra impaciente y quiere que los nativos dejen inmediatamente la idolatría: destuye ídolos y planta cruces; incluso el religioso mercedario, Fray Bartolomé de Olmedo, que acompaña a las huestes del extremeño tiene que solicitar a éste una actitud más tolerable y paciente.
En la segunda carta de relación, su autor nos muestra cómo en un principio siguió una política de atracción hacia los diferentes grupos indígenas, de esta manera consiguió la alianza con los cempoaltecas y con los tlaxcaltecas, incluso llegó a pensar en la incorporación pacífica de los dominios de Moctezuma a los de Carlos v, de hecho presionó a aquél para que se declarase vasallo del emperador europeo, a lo cual accedió; pero Cortés no se daba cuenta del verdadero estado de ánimo de los mexica, que como miembros de un pueblo dominante y guerrero no iban a aceptar tranquilamente la sujeción de los extranjeros. Los mismos españoles, siempre de acuerdo con el punto de vista de Cortés, tendrán mucho que ver en el levantamiento de los aztecas contra ellos. Al llegar Narváez a las costas veracruzanas trata de desacreditar a Cortés ante los indígenas. Alvarado provoca en la capital tenochca, ante la ausencia de su jefe, la matanza de la fiesta en Toxcalt, con lo cual solivianta aún más los ánimos de los mexicas. Al regresar Cortes  piensa que todo se puede arreglar pacíficamente, al no suceder esto, es entonces cuando surge  el Cortés que nunca hubiéramos querido ver, el que habla de exterminio y de guerra sin cuartel, enloquecido por la pérdida de aquello que ya consideraba suyo. Ahora se siente traicionado y cambia su política de atracción por la de destrucción.
La nueva actitud del extremeño es patente en su tercera carta de relación, en donde lo vemos no inmutarse ante las atrocidades que cometen sus hombres y sus aliados indígenas en los pueblos que van derrotando en su marcha hacia Tenochtitlán, en cambio se conmueve hasta el extremo, no ya con la muerte de un compañero suyo, sino con la de una simple yegua. En él se ha producido la escición inevitable de todas las guerras: el nosotros y ellos.
Al ir destruyendo la ciudad que tanto había admirado, notamos en él un sentimiento de pena. Admira a los mexicas por la valentía y el tesón admirables que demuestra en la defensa de su libertad. Nos refiere al famoso episodio de su entrevista con el último monarca azteca, Cuauhtémoc después que este fue capturado:


"llegose a mí y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir en aquel estado, que ahora ficiese de él lo que yo quisiese; y puos la mano en un puñal que yo tenía; diciéndome que le diese de puñaladas y le matase"


En la cuarta relación, s autor narra la organización y crecimiento de la naciente colonia. Encontramos dos ideas básicas que informan toda su política: conseguir la conservación de los indígenas y logara el arraigo de los españoles en las nuevas tierras. No quiere que se repita la destrucción de los naturales que se dio en las Antillas. Por ello solicita el buen trato para ellos y así acepta la encomienda  es como un mal menor: para recompensar a los conquistadores y para que estos se arraiguen en estas tierras, porque de otra manera sería necesario un ejército de ocupación .
La quinta carta trata, casi en su totalidad, de la desastrosa expedición a las hibueras. Encontramos a  un cortés a punto de perder la serenidad ante todas las calamidades que se presentan. La carta concluye con el regreso del conquistador a la ciudad de México y la muerte de su juez de residencia, Luis Ponce de León.
En los veinte años que trascurren entre su regreso a las Hibueras en 1526 hasta su muerte en 1547, su correspondencia con el Rey está llena de quejas, descargos, señalamientos de sus méritos y reclamaciones hacia los que gobiernan la Nueva España: Nuño de Guzmán, el virrey Mendoza, etc. Su actitud es la de un celoso, atormentado porque otros poseen y disfrutan lo que había sido se gran amor: las tierras que el mismo bautizó como la Nueva España. El conquistador acabó sintiéndose más apegado al suelo por él obtenido que la suelo nativo, por ello en la primera clausula de su testamento pide que sus restos mortales sean llevados a la ciudad de México.
Las cartas de relación cortesianas impresas tempranamente, la segunda carta se publicó por Jacobo Cronberger en Sevilla en 1522, y ampliamente difundidas por toda Europa a través de traducciones a diversos idiomas: latín, alemán, italiano, francés, etc. se hicieron acreedoras a la censura real y pasaron a la lista de las obras prohibidas desde el año de 1527. El artículo que contiene la prohibición de lectura de las cartas de relación.
El estudioso Marcel Bataillon nos explica las razones de esa censura:
"En 1527, ya están los consejeros de la corona hartos de meditar sobre el peligro que significa dar una situación privilegiada a un descubridor y a sus herederos. No quieren que el conquistador de la Nueva España se convierta en héroe fundador y epónimo del nuevo reino gracias a la difusión de las Relaciones de su conquista. En la cuarta carta de relación, publicada en 1526, se erguía claramente en actitud de legislador y hombre providencial que sabría gobernar al país tan bien como supo conquistarlo"







b) Díaz del Castillo
La más célebre crónica de la Conquista de la Ciudad de México es la que escribió uno de los soldados de la mesnada cortesiana, nos referimos a la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Nación entre 1495 y 1497 en medina del Campo, realizó pocos estudios y pasó desde su juventud a América, estuvo en las Antillas, el Darién y participó en las expediciones a tierras mexicanas de Hernández de Córdoba, Grijalva y Cortés, y en sus sucesivas exploraciones y pacificaciones hasta morir en la ciudad de Guatemala. Su libro, y su vida son una sola cosa, lo que sabemos de su vida es lo que consignó en su historia, la cual reelaborada a lo largo de sus últimos años de existencia. Sabemos que trabajaba en ella cuando aún tenía 60 años de edad y no la concluyó nunca. Su obra quedó inédita, fue publicada por primea vez por el fraile mercedario Alonso Remón, en Madrid en 1632.
Bernal es la persona que se siente llamada a escribir para dar a conocer los hechos en que ha participado. Nos cuenta todos sus recuerdos, dándonos en su Historia esa riqueza de su vida auténtica que nos lleva a asistir con él a la marcha de ese puñado de hombres que conquista el señorío más importante de Mesoamérica.
Cuando nuestro autor ya estaba escribiendo llegó hasta sus manos el libro del capellán de Cortés, Francisco López de Gómara; al principio Bernal se sintió desilusionado ante la belleza de estilo y erudición del clérigo y pensó en dejar de escribir, pero el papel tan destacado que este do a Cortés en su relato, motivó a Bernal a continuar con su manuscrito para demostrar la importancia de todos los miembros de las huestes de los del extremeño en su conquista y no solo de su capitán. Incluso el libro de Gómara le pudo servir de esquema para su relato a Bernal.
Bernal se queja, precisamente, de no haber sido recompensado debidamente, lo cual no era del todo cierto, recuérdese que al final de su vida fue encomendero. Le critica a Cortés que en el botín siempre se queda con la parte del León. Bernal tiene actitud del criado viejo que no puede vivir sin su señor, pero no pierde ocasión de criticarlo. Alaba las virtudes de su Capitán, pero no deja de señalarle su falta de generosidad con los soldados. El autor destaca mucho el papel de estos, él no pasó nunca de serlo y en ocasiones nos pinta a Cortés movido por una camarilla de sus hombres, Otra de las razones que tuvo para escribir su obra fue su deseo de fama, de pasar a la posteridad y su historia le servirá de instrumento para conseguirlo.
El valor histórico de su obra es muy grande, no es que sea un autor de veracidad indiscutible, nadie lo es, pero si mantiene un rango de hombre sincero y deseoso de decir la verdad. Para nuestro autor la historia es el testimonio de las acciones que se han visto y en las que ha participado, por ello cuando él os estuvo presente en algún acontecimiento indica escrupulosamente de donde tomó los datos, En esa precisión es muy superior a muchos de sus contemporáneos, incluyendo a Gómara.





c) Francisco López de Gómara


Francisco López de Gómara o Gómora estudió en la Universidad de Alcalá, donde posteriormente desempeñó con brillantez la Cátedra de Retórica que abandonó posiblemente para hacerse sacerdote. Había nacido en Gómara, cerca de Soria, el año 1511 (otros autores creen quevino al mundo en Sevilla en torno a 1510). Tras ordenarse viajó a Roma, ciudad en la que conoció a Saxon Gramático, famoso historiador de Alemania y al arzobispo de Upsala, Olao Magno, quien le ilustró sobre las antigüedades y la historia de los pueblos septentrionales. A su regreso de Roma fue Capellán de Hernán Cortés, nombrado ya Marqués del Valle. Inició su “Hispania Victrix” y acompañó al Conquistador en su expedición a Argel. Al morir Cortés desapareció el rastro de Gómara, aunque algunos biógrafos afirman que estuvo en Amberes el año 1558 y se retiró posteriormente a Gómara, donde murió hacia el año 1562.
La “Hispania Victrix” consta de dos partes perfectamente definidas, que son la Historia General de las Indias, dedicada al Emperador, y la Historia de la conquista de México, dedicada a Martín Cortés, hijo y heredero del Marqués del Valle. Su autor defiende la unidad de ambas partes, lo que evidencia la intención de resaltar la hazaña de Cortés como la culminación de la Historia de Indias. Es por esto que ocupa mucho más espacio que la propia Historia General.
La Historia de las Indias es una obra muy interesante donde hace una descripción de cada uno de los territorios americanos, precedidos de copiosos datos etnográficos. Es una historia providencialista que recrea la maravilla de la creación divina y el descubrimiento y conquista reservado a los españoles. Abundan datos sobre los fenómenos naturales americanos (p.e. la Corriente del Golfo) y sobre su flora y fauna, especialmente las antillanas. Su conjunto es asistemático y está recogido en el criterio geográfico que guía la obra, en la que se advierte a menudo la ascendencia de Anglería y de Oviedo. Para su elaboración empleó algunos datos suministrados por protagonistas de la conquista indiana, como Andrés de Tapia, Gonzalo de Umbría, Pedro Ruiz de Villegas, Sebastián Gaboto, etc. El libro esta escrito con un estilo ameno y agradable, que invita al lector a adentrarse en el conocimiento de los sucesos indianos.
La Historia de la conquista de México es muy diferente, pues está hecha con un criterio triunfalista y personalista, siguiendo los relatos hechos por el propio Hernán Cortes. Mas que una historia es una biografía de carácter plutarquiano destinada a agigantar la personalidad cortesiana. La “Hispania Victrix” se publicó en Zaragoza por Pedro Bernuz y Agustín Millán el año 1552 y el mismo año la imprimieron en Amberes Martín Nucio y Juan Steelsio. Posteriormente fue impresa en Venecia en 1560 y 1565 por Agustín Carvaliz, natural de San Sebastián, traducida al italiano, y Lucio Mauro hizo una nueva versión a la misma lengua en Roma el año 1556. Además se hizo un extracto de la misma con el titulo de “Descripción y traza de todas las Indias”, que se imprimió en Amberes en 1553. Finalmente Martín Fumée, señor de Genille, la tradujo al francés, imprimiéndola en París el año 1578. El éxito de estas ediciones facilitó la reimpresión de la obra en Medina del Campo el año 1553 (edición que se presenta en esta Exposición), y en Zaragoza y Amberes en 1554.
Los compañeros de Cortés en la conquista de México consideraron la obra de Gómara una crónica malintencionada destinada a exaltar la acción personal del Marqués del Valle y la acusaron de estar llena de inexactitudes. Uno de tales compañeros fue Bernal Díaz del Castillo, que se sintió obligado a restablecer la exactitud histórica escribiendo la “Verdadera historia de la conquista de Nueva España” donde hizo notar los muchos errores de Gómara. Esta obra de Bernal es uno de los grandes monumentos de la historiografía indiana. No fue el único, sin embargo. El Inca Garcilaso también puso de relieve los errores de Gómara y señalo en sus Comentarios reales que el lance entre Carbajal y Diego Centeno había sido escrito siguiendo solo la versión del ultimo de ellos.
El Consejo de Indias, empeñado en burocratizar el Nuevo Mundo, sacándolo del poder señorial, promovió la real cédula del 17 de noviembre de 1553, dada en Valladolid, que ordenó recoger la obra de Gómara y llevar al Consejo cuantos ejemplares pudieran hallarse, imponiendo una pena de doscientos mil maravedises a quienesen adelante lo imprimiesen o vendiesen. El descrédito de Gómara y la recogida de los ejemplares de la “Hispania Victrix” motivaron que ésta permaneciera en un olvido injusto hasta 1727, cuando el erudito don Andrés González Barcia logro levantar el entredicho que pesaba sobre ella y la publicó en su Colección de Historiadores Primitivos de Indias.





El punto de vista mestizo


a) Fray Diego Durán
La Historia de las Indias de Nueva España e Islas y Tierra Firme de fray Diego Durán ha sido ubicada, al lado de otra notable obra, la Historia general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de Sahagún; las dos pertenecen al segundo periodo de la Colonia, y su propósito fundamental fue la explicación y rehabilitación del pasado precolombino. Ambas se realizaron entre 1558 y 1581, aunque sus objetivos, temas y métodos están relacionados todavía con los trabajos inmediatamente anteriores, especialmente con el realizado por el franciscano fray Andrés de Olmos.
La crónica de Durán está conformada por tres libros: El primero, terminado en 1570, fue titulado por Fernando Ramírez Libro de los ritos y ceremonias en las fiestas de los dioses y celebración de ellas. Es una relación descriptiva de las principales deidades mexicas, donde se exponen sus características formales, sus atribuciones, sus rituales y fiestas correspondientes. Comienza este tratado intentando incorporar a los naturales del Nuevo Mundo en el contexto del pensamiento cristiano, manifestado en el Evangelio de San Marcos. Dios mandó a sus apóstoles que fueran por todo el mundo y predicaran a toda criatura; de ahí que inicie esta primera parte de la crónica refiriéndose a Topiltzin, a quien compara con Santo Tomás, por lo maravilloso de sus hazañas y su labor proselitista. Para Durán, los indígenas habían recibido de este “santo varón” que tuvo que replegarse por los mares tras la persecución de Tezcatlipoca, la palabra de Cristo. Posteriormente presenta la relación de los diversos dioses mexicas comenzando con los más temidos y reverenciados, Huitzilopochtli y Tezcatlipoca, de quienes ofrece una detallada referencia respecto a su imagen, templos, culto y sacrificios que se efectuaban en su honor.
El segundo libro, el más breve, que concluyó en 1579 y tituló el propio autor Calendario Antiguo, es complemento del primero, puesto que aborda con mayor detenimiento las festividades que celebraban en honor a los dioses tratados anteriormente y el cómputo calendárico organizador de dicho cosmos. Comienza por describir el calendario y su división en meses y días; proporciona la denominación de los signos favorables o desfavorables para diversas actividades de su vida: nacimiento, matrimonio, ventas, tratos, viajes y describe su representación pictórica; posteriormente narra las distintas ceremonias que efectuaban los antiguos mexicanos en el transcurso de esos 365 días. En el Calendario antiguo aparecen, como en el primer libro, interesantes referencias sobre la sociedad de aquel entonces; de esta forma explica, entre otras cosas, que el privilegio de tener muchas mujeres estaba reservado únicamente a los principales.
El tercero y más extenso libro que da nombre a la crónica Historia de las Indias de Nueva España e Islas y Tierra Firme, lo terminó en 1581. Para la elaboración de esta interesantísima revisión histórica, que abarca desde la salida de las siete tribus de Aztlán en 820 hasta la conquista de México por Hernán Cortés y la implantación del cristianismo, Durán se fundamentó básicamente en la Crónica X, hasta hoy desconocida a la que alude insistentemente como la “historia”, en las pinturas antiguas a las que pudo allegarse, y en los testimonios orales de indígenas y españoles que sobrevivieron a la conquista. Fray Diego Durán comparó distintas fuentes que le informaron sobre un mismo hecho, manifestó su opinión respecto a determinados sucesos; hizo, como señala Ángel María Garibay, crítica histórica. Frecuentemente expresó su admiración respecto a las instituciones sociales y políticas que regían la vida de los antiguos mexicanos y sobre los preceptos morales que debían cumplir.
 Durán narra en su obra el proceso de expansión militar y económica de los mexicas; destaca el poderío de este pueblo que llegó a formar aquel vasto imperio que asombró a los españoles; equipara la valentía de los guerreros indígenas con la del Cid o la de los Doce Pares; nos da cuenta de los distintos tributos que estaban obligadas a entregar las provincias sujetas, tales como piedras, plumas, cacao, algodón, mantas, pájaros y otros animales, y de la resistencia impuesta inicialmente por los moradores de Ahuilizapan, Michoacán, Huexotzinco y Cholula, entre otros, ante los embates mexicas.
 Cuando José Fernando Ramírez tuvo conocimiento de la existencia de ese documento que fray Diego envió a España y, del que hasta el siglo XIX no se volvió a saber, mandó inmediatamente a hacer una copia. 






b) Códice Ramírez


Entre los textos escritos originalmente en español que ofrecen una versión indígena, cuando menos parcialmente de la conquista, encontramos el llamado códice Ramírez. El cual es una segunda versión que el jesuita Juan de Tovar realizó hacia 1586, de su obra perdida: Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España según sus historias.
El relato de la conquista que presenta el códice Ramírez es totalmente texcocano, escrito a la gloria de don Fernando Cortés Ixtlilxochitl, quién aparece siempre en un primer término participando en los hechos de armas más heroicos al lado de Hernán Cortés.
Tovar recurrió a una fuente texcocana original, probablemente redactada en náhuatl, la cual ha sido identificada por Robert H. Barlow como crónica X, o también denominada Historia Mexicana, en la cual, como veremos más adelante, se bastaron varios autores de la época.
Al relato que los tlatelolcas habían escrito para conmemorar su resistencia frente al invasor, los texcocanos respondieron con un himno en honor de aquel de sus príncipes que escogió cooperar con mayor devoción a la causa hispana.





c) Muñoz Camargo


La versión tlaxcalteca de la conquista la encontramos en la Historia de Tlaxcala del mestizo Diego Muñoz  Camargo.
Charles Gibson en su interesante artículo: “the identity of Diego Muñoz Camargo”, ofrece valiosa información biográfica sobre este historiador, cuyo padre fue un conquistador que llegó a la Nueva España  en 1524 con González de Salazar y participó en diversas campañas de sometimiento de indígenas. Su hijo Diego fue fruto de la unión ilegítima con una tlaxcalteca, de quién no se tienen noticias. Este nació probablemente en Tlaxcala entre 27 de febrero de 1528 y 28 de febrero de 1529, fue criado en la casa paterna (como español) en la ciudad de México. Casó con Leonor Vázquez, indígena noble de Ocotelulco, con la cual tuvo dos hijos: Isabel y Diego. Su muerte ocurrió entre enero de 1599 y enero de 1600. Estuvo asociado con el gobierno español el Tlaxcala. Poseyó propiedades y se inmiscuyó en numerosas actividades comerciales. Durante un año rentó y operó el hotel público de la ciudad. Con su hermano Juan manejó ranchos ganaderos y se dedicó al comercio de la carne. Por su conocimiento de español y el náhuatl. Repetidamente fungió como intérprete. Creo una compañía para la extracción de la sal en San Juan Ixtacmaxtitlán.
En la década de 1580 acompañó a una embajada de indígenas tlaxcaltecas ante la corte española. Ahí habló en diversas ocasiones con Felipe II, quién le reconoció su rango honorable como hijo de conquistador, fue entonces cuando entregó al monarca una copia manuscrita de su obra, que actualmente es conocida como manuscrito Glasgow, por encontrarse en la Biblioteca de esa ciudad.
El hijo del historiador , nacido entre 1571 y 1572, llevó el mismo nombre y apellidos, continuó con los negocios de su padre y ocupó el cargo de gobernador indígena de Tlaxcala durante más de 5 años de su muerte. En 1613, menos de un año antes de su fallecimiento fue apresado por excesos en la recolección del tributo real.
En 1580, nuestro autor recibió la orden de responder a la instrucción y memorias destinadas a guiar las relaciones geográficas requeridas por la autoridad real. Muñoz Camargo redactó de 1580 a 1585 la mayor parte de la descripción de la ciudad y de la provincia de Tlaxcala en Nueva España y en las Indias del mar Océano… verdadero título de la obra que ahora conocemos como Historia de Tlaxcala. La versión de la Conquista que se integrará a dicha producción había sido preparada con anterioridad.
Este autor justifica y alaba la participación de los tlaxcaltecas como aliados de los españoles. El enemigo es el tenochca, del cual se ofrece una visión desfavorable. Es interesante observar la versión opuesta que dan de la matanza de Cholula los informantes de Sahagún y Muñoz Camargo. Para los primeros todo se debió a las intrigas de los tlaxcaltecas cuya alma ardía contra los de Cholula. Pero para el segundo, los cholultecas dieron ocasión a su propia destrucción por torturar a Patlahuatzin, embajador tlaxcalteca que había incitado a los cholultecas a aliarse a los españoles. Lo cual no menciona ni Cortés ni Díaz del Castillo.
Muñoz Camargo se considera así mismo español y trata a los conquistadores como los “nuestros”, en cambio a los indígenas son “esos pueblos”. Tenochtitlán es un “tan remoto y apartado imperio, sobre todas las naciones de esas tan extrañas partes”. Piensa en una España que funge como centro, pero a la vez recoge testimonios indígenas tlaxcaltecas.
Los textos de los aliados del conquistador extremeño (historia de Tlaxcala y códice Ramírez) acordes en proclamar su fidelidad a los españoles, se contradicen en cuanto no saber cuál fue el aliado más útil: Muñoz Camargo presenta la ayuda de Tlaxcala como decisiva y describe a los texcocanos como adversarios de Cortés, mientras que el códice Ramírez afirma:
“se ha probado, pues, que no son los tlaxcaltecas quienes conquistaron México, sino don Fernando Ixtlilxochitl”









c) Alva Ixtlilxochitl                             


Una de las versiones mestizas más significativas es la que nos ofrece Fernando de Alva Ixtlilxochitl, quién nació probablemente hacia 1578. Su verdadero nombre fue Hernando de Peraleda Ixtlilxochitl, parece ser que tomó el nombre de Alva para reunir en su apellido los nombres de dos capitanes representativos del viejo y del nuevo mundos: el duque de Alba y Fernando Ixtlilxochitl. Nuestro autor era descendiente de las casas reales de Texcoco y de Tenochtitlán, a través del citado Ixtlilxochitl, por lo cual lo era también de Netzahualcóyotl con un intervalo de seis generaciones. Su familia materna ejercía el cacicazgo de San Juan Teotihuacán, el cual le correspondía por herencia que venía de la época prehispánica. Sin embargo, debe aclararse que de los cuatro abuelos de Alva Ixtlilxochitl tres eran españoles, o sea que él era un castizo fruto del matrimonio entre un peninsular, Juan Navas Pérez de Peraleda, y una mestiza, Ana Cortés Ixtlilxochitl.
El autor analizado fue un hombre de amplia cultura occidental e indígena. En sus obras se nota un amplio conocimiento de la Biblia, los clásicos grecolatinos, autores españoles como Alfonso el Sabio, Por otro lado, conocía a la perfección el náhuatl y las tradiciones indígenas, incluso se desempeñó durante mucho tiempo como intérprete en el juzgado de indios.
Desde su juventud inició la redacción de sus trabajos historiográficos, labor en la que probablemente preservó hasta la vejez, ya que su obra principal: Historia de la nación chichimeca quedó inconclusa, de hecho, toda su aportación intelectual permaneció inédita en la vida del autor.                        
Las fuentes primordiales de las que se basó fueron de origen indígena: códices y la tradición oral que pudo recibir a través de pláticas con los ancianos. No obstante, una sólida documentación de que el autor hace gala, podemos percibir una visión muy personal de éste; ya que su versión de la historia precortesiana de decididamente texcocana y exaltadora de las figuras ilustres de ese pueblo como Netzahualcóyotl y Nezahualpilli. Consideraba que los mesoamericanos alcanzaron tan alto grado de desarrollo cultural y moral, que solo les faltaba la luz de la revelación cristiana para estar al nivel de cualesquier otro miembro de la civilización occidental.
En su empeño por incluir los sucesos precolombinos en la historia general de la humanidad se esfuerza por darnos cronologías que sitúen los acontecimientos indígenas con los universales. De esta manera trata de sincronizar la historia prehispánica con temas bíblicos como el diluvio universal, la torre de Babel y otros.
Para este autor, el eje de la historia mesoamericana fue la civilización tolteca, cuyo principal heredero fue el pueblo texcocano, el cual nos lo presenta como una especie de Israel del Nuevo Mundo que tiene a su David en el Rey Netzahualcóyotl. A quién le atribuye una sabiduría precristiana, por ello parecida a la que alcanzaron algunos personajes del antiguo testamento, la cual será un antecedente de la evangelización que vendrá con el dominio hispano de esas tierras. Ósea que para Alva Ixtlilxochitl el desenlace trascendental de la historia prehispánica será la conquista, ya que esta traerá consigo la cristianización y con ello el ingreso pleno de los pueblos amerindios en el curso de la historia universal. De esta manera nuestro autor justifica la Conquista y concede, además, enorme y decisiva a la intervención de su ascendiente Fernando Cortés Ixtlilxochitl como aliado de Hernán Cortés, tratando de esa forma de hacer constar los derechos señoriales de sus progenitores. Su versión de la conquista la encontramos principalmente en su obra Compendio histórico del reino de Texcoco, opúsculo que se puede caracterizar como una relación de méritos y servicios de sus antepasados, lo cual no mengua su interés. No obstante ello, Alva Ixtlilxochitl reconoce que los indígenas han sufrió malos tratos y le duele especialmente el hecho de que algunos descendientes de señores indígenas, como él lo era, hayan sido despojados de  su parte o la totalidad de sus herencias o que no hayan sido suficientemente recompensados en el caso de que sus antepasados hayan colaborado con las huestes hispánicas.